Hay muchos concursos de vinos en todo el mundo en los que conseguir un premio destacado puede catapultar al vino y a la bodega desde el anonimato hasta el reconocimiento internacional.
He sido jurado en los Premios Zarcillo, que tuvieron lugar en Burgos del 6 al 9 de Septiembre. Se cataron más de 2.000 vinos, la mayoría españoles, pero también algunos de otros países.
Había 80 jueces, pertenecientes al sector, principalmente escritores sobre vino, sommeliers y productores. La mayor parte eran españoles, aunque también había una considerable representación internacional. Un hecho de gran relevancia es que había igual número de hombres que de mujeres entre el jurado.
Fuimos divididos en mesas de cinco. En mi mesa, el jurado estaba integrado por jueces de España, Rusia y Uruguay.
A las 9 de la mañana se escanciaron los primeros vinos y seguimos hasta la hora de comer, catando entre 40 y 50 vinos cada día. La cata era ciega, lo que significa que no podíamos ver las botellas, con lo cual no podíamos saber de dónde eran los vinos, la variedad de la uva o su precio. Todo lo que sabíamos era el estilo de vinos que se iban a catar. Por ejemplo, en la primera sesión eran “vinos blancos de la añada 2017 o tintos con algo de tiempo en barrica de 2015”.
La cata requiere silencio y concentración. Cuando cato evalúo el vino siguiendo el criterio marcado por los organizadores. Para obtener una puntuación alta un vino tiene que ser equilibrado, pero también ha de tener intensidad de sabores y más complejidad. Siempre espero encontrar un vino que me sorprenda agradablemente en términos de calidad y carácter.
Cada mesa tenía un presidente y cada juez un móvil en el que introducir las puntuaciones de cada uno de los vinos. Las primeras puntuaciones eran por su apariencia y color, después por intensidad y calidad de los aromas y finalmente el sabor, cuerpo y complejidad del vino en el paladar.
Cuando el presidente de la mesa había recibido todas las puntuaciones, él o ella informaba a los jueces del resultado y había una pequeña discusión sobre ese vino, a menudo con diferentes opiniones al respecto. Si había diferencias de opinión respecto a las puntuaciones, acordamos que el resultado sería por mayoría.
En este concurso un vino con 83-87 obtenía una medalla de plata (Silver Zarcillo), entre 88 y 95 puntos una medalla de oro (Golden Zarcillo) y entre 96 y 100 puntos una medalla de oro llamada Great Golden Zarcillo.
Una de las críticas que habitualmente se hacen sobre los concursos de vinos es que pueden ser una “lotería”. Como en cualquier otro concurso, hace falta suerte. ¿Es mejor ser uno de los primeros vinos que se catan o de los últimos? Depende.
Probar tantos vinos puede ser difícil, especialmente cuando los vinos son jóvenes y con poca madurez, o muy parecidos entre ellos, o cuando la calidad es baja. Hubo sesiones en las que nos fue difícil encontrar vinos que se merecieran una medalla y otros momentos en los que se concedieron medallas continuamente.
Eso sí, después de una cata no hay nada mejor que una cerveza fría para refrescar el paladar.
No hay que olvidar que catar vino es algo subjetivo. Tomar un vino que ha conseguido un premio no quiere decir que lo vayas a disfrutar más. Mi consejo es probar vinos tan a menudo como puedas, y confiar en tu paladar para así descubrir los vinos más adecuados para ti.