Cuando hablamos de vino hay tres tipos de bebedor: Los cansinos, los cuñados (pendientes del postureo) y los obsesionados. Un cansino tenderá a pontificar sobre vino, se sabe los nombres completos de los últimos vinos que ha bebido y cree (normalmente suele ser “él”, un hombre) que todo el mundo debería escuchar su opinión. La mayoría no lo hace con mala intención, ya que cree que aquello que tiene que decir va a resultar fascinante, ¡sin que haya escapatoria! Sin embargo, la mayor parte de las veces no son capaces de ver que para casi todo el mundo tener que pensar sobre el vino que tienen en su copa es la forma más segura de dejar de disfrutarlo.
Los cuñados, los del postureo, son aquellos que se dejan influir únicamente por el precio y la fama del vino. Así que tienden a utilizar lugares comunes, generalizaciones, cuando dan sus opiniones. Por ejemplo: “todos los vinos de California… lo que sea”. Tienen ideas preconcebidas de la calidad de un vino, incluso si no son capaces de diferenciar entre un vino bueno y uno de poca calidad. Un “cuñado” dirá: “este tinto es demasiado joven, ¿no tienes alguno con más años?”. Esta pregunta tiene como origen algo que es en parte erróneo, como los lectores de estos artículos ya sabrán, la mayoría de los vinos no mejoran con el tiempo. Una vez están embotellados están listos para ser degustados. Hay tan solo un puñado de vinos, los top de Burdeos, algunos Riojas, los Rieslings alemanes y algunos otros, que necesitan tiempo para desarrollarse y madurar en botella.
Los “cuñados” compran vino que tenga muchos puntos Parker, como si fuera el Santo Grial de la calidad. Ni tocarían un vino con tapón de rosca, ya que en su mundo de ideas preconcebidas creen que es imposible que sea bueno. Cualquier cosa que suene a francés es mejor. Cuando me doy cuenta de que estoy ante un “cuñado” intento evitarlo para no tener que entablar conversación…
Tener un grupo de “cansinos” sobre el vino todos reunidos hace que la velada sea tediosa. Estuve recientemente en una cena con un grupo de entusiastas del vino bastante bien informados, cada uno de ellos tratando de espatar a los demás con nombres de vinos y sus opiniones sobre diferentes añadas, “2015 está sobrevalorada” “los míos del 2015 están mejor ahora”. Conversaciones de ese tipo se cargan el sabor del vino.
Por si fuera poco, cuando hablamos de vino están también los obsesionados. No utilizo el término en un sentido negativo, son personas que sencillamente quieren tener un buen nivel de conocimientos sobre el vino y disfrutan aprendiendo. Los “obsesionados” son amantes del vino que buscan uvas desconocidas de regiones recónditas y disfrutan hablando de los diferentes elementos del vino, y de las formas de producirlo. Yo soy un “obsesionado” confeso, ahora mismo el libro que tengo en la mesilla de noche es “The Great Wine Blight”, la historia de la filoxera en el siglo XIX. Para un “obsesionado” es fascinante…
Sin embargo, para la mayor parte de la gente el vino es como la pizza, todos lo hemos probado, disfrutado bebiéndolo, todo el mundo tiene un estilo preferido y no es necesario describir cómo sabe, ¡es suficiente con saber que te gusta y que te tomarías otra copa!
Por último, y como dicen en las películas, si te ves reflejado en alguno de estos tipos cuando hablamos de vino, “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia…” 😀