«Los Españoles Nos Vendemos Mal» es una frase que oigo a menudo cuando se habla de la difícil situación que atraviesan los vinos españoles en el mundo. Frecuentemente va seguida de “los italianos venden sus vinos mucho mejor”. Hay mucho sobre lo que reflexionar en estas dos aseveraciones y, como en la mayoría de las generalizaciones, hay en ambas una parte de verdad.
Cuando comencé mi carrera en Londres, hace más de 30 años, los vinos italianos llenaban los estantes de las tiendas y las cartas de vinos de los restaurantes estaban repletas de Lambrusco, Chianti, Valpolicella, Soave y Frascati. Eso ya no ocurre, estos vinos han desaparecido prácticamente y tan solo se encuentran en los restaurantes italianos tradicionales. Sin embargo, en su lugar aparece el espumoso Prosecco y los hechos con la uva blanca Pinot Grigio, que se han convertido en un éxito increíble y hacen que los vinos italianos mantengan su cuota de mercado en muchos de ellos. Si se eliminan estos dos productos de la cuota de mercado italiana, el panorama sería muy diferente.
El equivalente español al Pinot Grigio y el Prosecco es Rioja. Si exceptuásemos las ventas de Rioja en la cuota de mercado que tiene España a nivel internacional, la perspectiva no sería buena. Hay un problema de imagen respecto a los vinos españoles, el pretender ser siempre los más baratos lo pone más difícil a aquellas regiones emergentes, con vinos de variedades de uvas autóctonas, para conseguir el impacto buscado. A lo largo de toda mi carrera he visto como los profesionales del mundo del vino han visto España como “el próximo gran descubrimiento”, pero es algo que todavía está por suceder.
Creo que ha llegado el momento de cambiar cómo se juzga el éxito. Sea en relación al turismo o al vino, los diferentes organismos nos bombardean con cifras y con la idea de que cuanto mayor volumen de ventas, mejor. Sin embargo, eso es un error. Sin duda la calidad, variedad y el precio, son mejor forma de evaluar la mejora en la imagen que se tiene de los países productores de vino. Centrarse en estas credenciales hará incluso que se produzcan vinos mejores y más interesantes, que sin duda atraerán la atención del público internacional.
Resulta interesante saber que los consumidores de Pinot Grigio y Prosecco y los de Rioja son polos opuestos. Los dos vinos italianos son muy populares entre las mujeres jóvenes, mientras que los Rioja lo son más entre los hombres de más de 50 años. Cuando una bodega en España se plantea cómo presentar sus vinos, a menudo no se invierte lo suficiente ni se presta la atención necesaria a la estrategia. Para conseguir este objetivo, la formación sobre el vino y una mejor comunicación son absolutamente imprescindibles.
Hay muchos indicios alentadores, por ejemplo en Nueva York y Londres hay “Sherry bars” y muchas cartas tienen vinos que van desde El Bierzo hasta las Islas Canarias, pasando por Valencia. Los años de la crisis económica puede que hayan sido un catalizador para que se produzca el cambio. Hoy en día se pueden encontrar muchos profesionales españoles trabajando en las principales ciudades del mundo, habiendo tenido que dejar España para encontrar trabajo, como los italianos o los irlandeses, como yo mismo, hemos hecho durante generaciones. La diáspora genera demanda de la comida y el vino de origen. Esto está ocurriendo con los vinos de España. No hay ninguna duda de que la nueva generación de españoles que hay por todo el mundo venderá España mucho mejor.
Así que, esperemos que, como las cosas están cambiando, la expresión “los españoles nos vendemos mal” se convertirá en “¡Qué bien nos vendemos!”
