El norirlandés que vende vinos al mundo desde Massarojos
de David Blay
- Dejó irlanda a los 18 y viajó por todo el mundo hasta que por trabajo llegó aquí
- «Valencia es uno de los lugares más cómodos para vivir de toda Europa»
Muchas veces, los lectores de EL MUNDO se encuentran con firmas que les cuentan historias. Pero, en la mayoría de los casos, nos damos cuenta que no hemos sido presentados. Y no es mala educación, créanme, sino que nos da pudor hablar de quiénes somos, qué hacemos y cómo hemos acabado aquí.
Sin embargo, nada impide que seamos otros los que descubran a compañeros de página. Y éste es hoy mi objetivo. Que sepan por qué un señor llamado Mark O’Neill les habla cada sábado de vinos en estas páginas. Porque seguro que se lo han preguntado alguna vez.
Si viven cerca o han visitado Massarojos, es factible que se crucen con un classical guiri. Es decir: rubio, de piel blanca y con acento británico a lo Michael Robinson. Pero lo que seguramente desconozcan es que es uno de los mayores expertos del mundo del vino en España.
Dejó Irlanda del Norte a los 18 años, pero su historia comienza en Londres, donde vivió década y media. Allí, junto a enólogos de varias partes del planeta, se dedicaba a viajar por todo el globo y a elaborar caldos para países como Uruguay. Hasta que una oferta laboral le trajo a la Comunidad.
«Hay gente que no se da cuenta que Valencia es uno de los lugares más cómodos para vivir de toda Europa», señala. Especialmente, como remarca, porque cada rincón es una mini ciudad. Y los va descubriendo cada fin de semana de la mano de su actual pareja.
Su primer proyecto nacional lo realizó en 2002 de la mano de Rodolfo Valiente. Lo hizo ya desde su propia empresa (VerdeMarte), donde asesora sobre qué tipo de vino, estilo y precio debe afrontar una bodega o marca en un proyecto determinado, pese a asegurar que en un mercado tan globalizado sale bien uno de cada diez. Y, en medio, consiguió alquimiar un producto que fue catalogado como el mejor Bobal en Suecia, cuando en la Comunidad apenas volvía a empezar a hablarse de esta variedad.
Propugna dos cosas: que su mundo debe dejar de ser percibido como altanero para convertirse en accesible y que el vino debe ser algo divertido, no complejo. Y, de hecho, para lo primero ha unido fuerzas con Toni Sarrión, de Mustiguillo, con quien va a implantar (por fin) una formación reglada para aficionados y profesionales basados en cursos que se imparten ya hace años en otros países.
Para lo segundo creó hace cuatro años TheWinePlace.es, en una iniciativa tan española como una reunión de amigos donde les dijo que le apetecía probar variedades de distintas partes del mundo. Y que si ellos pagaban una parte, él se encargaba de traerlos. Aquello ha derivado en algo más que su hobby, hasta el punto de que ya tiene tres personas a su cargo y de tener que vender 10 cajas por pedido ya ofrece packs de tres botellas.
Dice que le sorprende que el 90% de la clientela es española. Y que buscan probar, por ejemplo, un Tempranillo de Australia. Pero, sobre todo, disfruta de la sonrisa de su gente. Porque quien compra vino, aunque sea por Internet, lo hace para disfrutar. Y esa es su filosofía de vida.
El artículo se puede leer originalmente en www.elmundo.es
