La cata de vinos comprende tres acciones: ver (el color), oler y catar el vino. Desafortunadamente, la mayoría no comprende lo importantes y reveladores que pueden ser los aromas del vino, la cata de aroma. Muchos piensan que no saben cómo oler un vino o sienten que de algún modo carecen de habilidad o de conocimientos para apreciar lo que están bebiendo. Todos esos aromas y olores a menudo son solo palabras estampadas en una contraetiqueta o parte de una jerga utilizada para describir vinos.
No es necesario que especifiques tanto a la hora de describir un vino. En lugar de eso, trata de disfrutar de su agradable fragancia y aroma. Es cómo cuando pasas por delante de una panadería o de la cocina de un restaurante, aprecias los olores, pero no sientes la urgencia de describirlos de forma elaborada.
Empieza por balancear la copa para agitar el vino. Luego, introduce la nariz en ella e inhala profundamente para percibir toda la variedad de aromas. La clave está en agitarlo bien, ya que es lo que permite que la capa superficial del vino entre en contacto con el aire liberando así los éteres que comprenden los aromas y nos dicen qué hay en la copa.
¿Es un olor agradable? ¿Es afrutado o huele a establo? ¿Percibes algún aroma a roble o a vainilla? Y lo que es igual de importante: si no huele bien, ¿está acorchado, oxidado o simplemente no esta bien? Es precisamente esta atención al olfato lo que en parte distingue a un profesional de un amateur.
Con un poco de práctica, puedes mejorar tu capacidad para percibir esas notas de tabaco y pimienta en tu Syrah. Aprovecha y practica a conciencia, es cuestión de agitar, oler y catar cada vez más.
Es una tarea dura, pero seguro que lo logras.
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